PARA TWITTER EL TOREO ES SADISMO, Y EN ‘EL PAÍS’, TAN CONTENTOS
(OPINIÓN)
Por José Carlos Arévalo / Foto: Maurice Berho
Twitter ha cerrado una página dedicada a Morante de la Puebla por considerar que los lances y pases del torero sevillano ilustran el sadismo del toreo. Y una columnista de ‘El País’, Berna González Harbour, que no es muy partidaria de esta red social, da la noticia y se muestra encantada. Twitter desconoce el significado de las palabras. Y la escritora Berna Gonzalez Harbour, que de hecho se ha congratulado son semejante inquisición, también.
Podemos convenir que sadismo es el placer que siente un individuo cuando inflige dolor a otro. Y se supone que ese sádico acto requiere la impunidad del agresor y la indefensión del agredido. Pero si se observa objetivamente la tesitura en que se ejecuta el toreo, mal casa el sadismo con el hecho taurino. En efecto, torear es imposible si quien torea no asume absolutamente que la violenta embestida del toro llegue hasta él y lo envuelva. De lejos, fuera de la embestida, no se puede torear.
Obviamente, la agresión de un poderoso y armado animal da miedo. Un miedo real aceptado por el torero, y un miedo transferido al espectador, que se siente identificado con su semejante en peligro. Es una ley natural de solidaridad de las especies, común entre las mamíferas, sobre todo en la humana. (Cuando los niños, todavía no influidos por la cultura –disneyana, en este caso– ven a Tarzán pelear en una película con un cocodrilo nunca van con el cocodrilo).
La lidia se muestra muy rigurosa en este sentido, extrema la peligrosidad de las suertes a medida que el toro se atempera en el combate, siendo la suerte final, la suprema, la más arriesgada para el torero. La ética del toreo se funda en la ecuación “toro agresivo = hombre en peligro” y ninguna suerte limita el derecho del toro a matar. Ortega y Gasset, sagaz observador de la corrida, descubrió que en el ajuste cada vez más riguroso del toreo se basa la ética de la lidia, y sentenció que en la tauromaquia lo ajustado es lo justo.
La tauromaquia es un método etológico que indaga el comportamiento animal, un drama que restaura el combate primigenio del hombre con la naturaleza agresiva y un arte que convierte la violencia innata del toro a la armonía del toreo. Sí, un extraño arte, el único protagonizado por el hombre y el animal. Un arte inventado por el pueblo de este, por lo visto, extraño país.
Gracias a la pasión de jugar al toro –11 millones anuales de festejantes con toros, y 5 millones de espectadores a las corridas (datos oficiales anteriores a la pandemia)–, se ha conservado el bovino más próximo al uro fundacional. Con él coincide parte de su mapa genómico, probablemente por su no domesticación conserva una doble circulación coronaria que lo salva del infarto y ha desarrollado un sistema neuroendocrino que controla su dolor y palía su estrés durante la lidia. Y por eso embiste.
Que Twitter califique de sádico el arte de Morante es para mear y no echar gota. Pero lo que decepciona es que una columnista paisana esté en la inopia.
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