10 AÑOS DE LA ÚLTIMA MERCÉ CON TOROS
(OPINIÓN)
Por Paco March / Fotos: Carlos Arévalo
Hoy se cumple una década de la última corrida de toros en Catalunya, la última en La Monumental, el adiós “de momento” a una historia de glorias y sangres, de triunfos y fracasos, que eso es el toreo, tal que la vida. Una historia a la que, quien podría, Balañá, no quiere dar continuidad, pese al aval de la Justicia. Una década que -cosas que pasan- coincide con la degradación de la convivencia en Catalunya. Una Catalunya empobrecida moral y económicamente, rehén de quienes proclaman “las calles serán siempre nuestras” y pretenden expulsar de su paraíso imaginario a la otra mitad (y algunos más).
Catalunya, su Parlament, su Gobierno, prohibió los toros para que -dijeron- “ la sociedad fuera mejor, sin maltrato animal”, maquillaje oportunista y falso a su verdadera obsesión: la ruptura con todo aquello que “huela» a España. Y sumaron a la causa a esa izquierda curil y mojigata, de pensamiento único e ideas cortas, dejando la supuesta defensa del toreo en manos de la derecha carpetovetónica, que se apuntó el tanto con un oportunismo tan evidente como asumido por los taurinos. Y en ello seguimos.
Diez años sin toros en Catalunya, La Monumental alquilada a los veganos…un insulto permanente, un oprobio contra el que apenas se escuchan voces. La Catalunya taurina, pese a todo y más, está viva, con la resistencia admirable de la Federación que agrupa peñas y entidades que ahí siguen, organizando actos, conferencias, encuentros. O la Escuela Taurina, donde jóvenes, incluso niños, que aunque no alcanzaron a ver toros en la plaza de su ciudad, toman capotes y muletas e imaginan lances imposibles.
Así que pasen los años en la memoria siempre quedará el recuerdo de aquella última Mercè con toros en Barcelona, dos tardes, el 24 y el 25 de septiembre de 2011, en las que La Monumental, llena hasta el reloj que empezaba a marcar la cuenta atrás hacia la nada, se emocionó, gritó olés, lloró lágrimas negras y, al acabar, sacó a los toreros (Morante, El Juli, Manzanares el 24; Juan Mora, José Tomás y Serafín el 25) a hombros y de tal guisa los paseó por las calles de la ciudad que fue de los prodigios (también taurinos).
De esas dos tardes, escribí en el diario La Vanguardia, único editado en Catalunya que hasta la última publicó crónicas de todas las corridas en La Monumental. Aquí se reproduce la del adiós. De momento
LA VERDAD DEL TOREO
«No hay ficha de la corrida, apenas importan orejas, avisos, los toros así o asá. De lo que se trata, en la última, es de otra cosa. Se trata de la verdad del toreo, eso que van a prohibir. Tienen razón: hay que prohibir el toreo pues lo que propone, su verdad desnuda, no tiene cabida en esta sociedad meliflua, manipulada, de pensamiento único, a las órdenes de políticos, grupos de presión, sectas, que convierten el vivir cotidiano en una tortura.
Prohibir (por hablar de la terna de esta tarde, pero ejemplo lo son todos) la pureza de Juan Mora, la entrega sin límites de Serafín Marín, el asombro de José Tomás. Prohibir el lento mecer del capote de Mora, el desmayo de su muleta acariciadora, los redondos acompasados, el cambio de mano excelso, los naturales largos, los de pecho a la hombrera contraria ,el trincherazo solemne, la trincherilla alada, la forma de preparar la estocada, el andar sereno, grácil, solemne.
Prohibir que Serafín Marín quiera torear en la tierra en que nació. Prohibir que no dé un paso atrás cuando el toro se le queda en los muslos. Prohibir que plante sus zapatillas en la arena y tire de las embestidas que no quieren ser. Prohibir sus muletazos largos, a veces templados, siempre sinceros. Prohibir sus manoletinas de infarto y sus volapiés rotundos.
Y. claro, prohibir a José Tomás, que tanto les duele. Y les duele porque José Tomás es el asombro y, eso, nunca lo podrán entender, pobres. Prohibir la ética suprema de su verdad suprema, la estética genial de su toreo eterno. Prohibir doce verónicas ganando terreno, a cual más bella y el remate de la media en los medios. Prohibir lo que es imposible para el resto de los humanos. Prohibir que se pase por la faja los pitones para que el muletazo sea más puro, más hondo, más más.
Prohibir que se traiga al toro y lo lleve embebido, seguramente embrujado y luego se lo eche por delante con el de pecho. Prohibir los naturales sobrenaturales, los redondos al cuadrado, los faroles luminosos, las trincherillas que acaban en molinete. Prohibir los ayudados a dos manos. Prohibir, en fin, a un torero que es ejemplo de todo lo que es el toreo, de todas sus propuestas, de toda su verdad.
Porque van a prohibir todo eso y más, mucho más. Porque van a arrebatar la ilusión, la historia, la pasión, la cultura, la educación de muchos y se la niegan a los que estén por llegar, la plaza se puso en pie para obligar a saludar a todos los toreros, que eso son también las cuadrillas.
Porque todo eso lo van a prohibir en Catalunya, en Barcelona, en los tendidos de la plaza colgaban pancartas recordando artículos de la Constitución que lo cuestionan. Porque lo van a prohibir, Juan Mora brindó a todos, Serafín besó la arena y luego se derrumbó y José Tomás devolvió las ovaciones, el clamor, con su ovación particular, desde el centro del ruedo, girando sobre sí mismo como cuando lleva las embestidas de los toros imantadas a su prodigiosa muleta.
Sí, Pilar Rahola, sí. Hoy ha sido una bella tarde de tristeza infinita. Venceréis, pero no convenceréis.»
(Publicado en La Vanguardia el 26 de septiembre de 2011)